martes, 22 de abril de 2008

[*(Noticia 22/04/2008)*]

Te quedarás boquiabierto.

La mandíbula se tensa, la boca se abre e inspira una gran cantidad de aire. Luego sigue una rápida espiración, acompañada por una sensación de bienestar. Basta con leer esta descripción para sentir ganas de bostezar, un gesto tan cotidiano como incomprendido por la ciencia. Comer, hablar, mirar... muchas de las acciones que se hacen a diario tienen una función obvia. No es el caso.
“Ver un perro o un caballo bostezando me hace sentir que todos los animales están construidos con la misma estructura”. Así expresaba Charles Darwin en sus notas de 1838 la universalidad del ademán. Causado por el cansancio, el aburrimiento o la digestión, aparece prácticamente en todos los vertebrados, lo cual sugiere un origen muy antiguo; probablemente se remonta al ancestro común de todos estos seres vivos. La supervivencia del bostezo, prácticamente inmutable durante millones de años, indica que debe tener una función evolutiva fundamental. De hecho, los fetos humanos de 15 semanas ya lo experimentan. ¿Sirve para “enfriar el cerebro”? ¿Para despertar la atención? ¿O más bien está relacionado con la excitación sexual? Hasta ahora no se han encontrado respuestas definitivas.
El patriarca de los médicos, el griego Hipócrates, fue el primero en escribir algo al respecto. Según su hipótesis, se trata de un sistema para expulsar el “mal aire” de los pulmones o para regar el cerebro. Su Tratado de los vientos intentaba demostrar que el origen de todas las enfermedades era el aire, por lo que consideraba este acto como una mala señal, un presagio de fiebre. Luego se sucedieron otras teorías, pero quedó relegado como un tema menor en la medicina. Sólo apareció un nuevo punto de vista a mediados del siglo XIX, cuando los neurólogos franceses Jean-Martin Charcot y Georges Gilles de la Tourette se pusieron a estudiar casos de mujeres en los cuales el bostezo compulsivo acompañaba la entonces llamada “histeria”. Los trabajos de Charcot inauguraron un enfoque muy fructífero en este campo: el de las neurociencias.

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